martes, 12 de mayo de 2009

ME EQUIVOQUÉ DE AUTOBIOGRAFÍA

I
Si mal no recuerdo, cuando nací tenía 19 años. Creo que fue una tarde en la universidad. Yo llevaba una camisa azul, el cabello como Willie Colón en los 70 y estábamos sentados en la grama. Justamente ahí me nombraron. Había nacido.

II
Como nací grande (comparado con la mayoría de los recién nacidos, claro está), mi tiempo se iba entre lecturas, deambular por los pasillos de la facultad, salir de vez en cuando y buscar novia (aquí buscar significaba esperar).
Así pues, como se puede inferir, obvié muchas de las cosas más elementales de todo niño.

III
Tenía 23 años (4 de nacido) cuando empecé a trabajar en la construcción de mi propio reino.
Debo admitir que es posible que dicho reino ya existiera para entonces; no es casualidad que me haya enterado por otra persona que yo poseía uno.
Sea como sea, lo cierto es que fundé Piniponia (así se llamaba, según me dijeron).
Aquí sólo se hablaba español y latín. A veces se colaba un helenismo, pero nada que preocupara. Lo extraño es que para el tiempo en que se constituyó Piniponia esos idiomas aún no existían. Esta es una de las cosas que no he logrado resolver.
Por otra parte, es de notar que mi reino estableció contacto apenas con otro, solo uno: Locotrolandia, que poseía tierras a ambos lados del lago.

IV
Yo, que desde entonces ostento el título de Magnus Rex Piniponiae, viví siempre en la mejor y más alta torre, evité cualquier contacto, escribí poemas tontos adrede y me hice el que no sabía nada.

V
Un día me invitaron a leer unos poemas y me pidieron una breve nota biográfica. Yo la envié pero no la usaron. Recuerdo que decía que yo había nacido en 2002 y que estaba escribiendo mi obra póstuma. ¿Será que no les gustó? No entiendo.

VI
Yo quería ser siempre un niño, estaba empeñado. Eso explica el castillo de arena, el piso que se convierte en chocolate y mi aislamiento. Todo me parecía grande. Así que, por mucho ensayo o Suburbio Editores que hubiese, el vértigo era algo constante.

VII
Una vez publiqué un librito. Sí, lo escribí junto al Sargento Pepper. Fue divertido. Todos los poemas van en un carro descapotable a 80 kilómetros por hora, camino a alguna playa.
Cada vez que me acuerdo me huele a menta.

VIII
Yo pensaba que todo estaba bien, que nada me pasaría mientras siguiera en mi torre.
Me volví fundamentalista.

IX
Me acogiste
desenfundamos
fuimos tenazas
copié el ritmo de la playa
in crescendo
los ojos vuelven sobre sí mismos
in crescendo
grito de ave triunfante
in crescendo
danza primitiva
in crescendo
renovamos el big bang
la hermosa agonía
in crescendo
y el río corre a la mar.

X
Soy aficionado a los fanzines desde 2006 aproximadamente, pero fue un año después que empecé a publicarlos.
Yo quería que el nombre fuese bastante sonoro, así que, después de descartar un par, elegí uno: Laralalá.
En Laralalá hice lo que quise y a la gente le gustó.
Por Laralalá participé en un bazar de diseño, viajé y mis ediciones llegaron a una feria en Portugal.
¿Para qué postergar el asunto? Con Laralalá fui famoso.

XI
Antes de mi nacimiento yo solía llevar el pelo de colores. Lo recuerdo verde, naranja, fucsia, negro, celeste…
Viéndolo bien, creo que era un híbrido extraño: corte hippy, colores tipo punk.
Disculpen, recuerden que eso fue antes de nacer.

XII
Una vez yo estaba triste. El rey no tenía reina. Lo curioso es que una de las cosas que más recuerdo de entonces es que -extraña ansiedad la mía- vi muchos programas de cocina, chefs, restaurantes gurmés y, si lo pasaban, una serie sobre el café. Es decir, yo dejé de comer y en su lugar me dediqué a ver cómo cocinaban y comían Donato en su Italia natal, Narda en Grecia o Anthony Bourdain en cualquier parte; o cómo Paul Bassett preparaba un espresso aún lejano para mis torpes manos.
Curiosamente he vuelto a estos programas de la tele; ¿será que…? En fin…

XIII
En este punto entendí que había una gran confusión, así que tomé la palabra e intervine en mi discurso:
- Un momento. Claramente he estado equivocado hasta ahora.
- ¿Por qué? -me pregunto visiblemente abatido. - ¿Acaso he mentido sobre mi propia vida?
- No, no es eso. La cosa es que yo he hablado sobre Pinipón y yo soy Miguel.
- ¡Ah! Entiendo. Mil disculpas, entonces. Me equivoqué de autobiografía.

Miguel Ángel Hernández

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Que bueno leer tu autobiografía. Aunque hablamos siempre con mucha seguridad de nosotros mismos, cuando nos toca reflexionar sobre lo que somos o hemos sido a veces es difícil precisar dónde buscarnos. Siempre hablamos desde una parte de ese lugar, siempre desde esa posibilidad de equivocarnos al buscarnos... ¿Habrá realmente un lugar certero donde encontrarnos?

Me gustaría mucho que publicaran las demás autobiografías que se leyeron ese día.

Flores de su pena dijo...

Me encanta esta equivocación...

Fedosy Santaella dijo...

Je, qué cosa tan buena.
Salud
Fedosy.

Ilumina de improviso dijo...

Excelente ritmo, tema, humor. Felicidades Miguel, o debería decir Pinipón?. Un abrazo y saludos.

Miguel Ángel Hernández dijo...

Gracias, Anónimo (siempre presente), Flores de su pena, amigo Fedosy y Bárbara.

¡Qué gusto que les guste!

Saludos.

Atte.
Yo y mí mismo.

BabeDeJour dijo...

Qué cosa con uno que se confunde entre los muchos "unos". Pero sería muy aburrido si "uno" sólo fuera uno, ¿no?

Miguel Ángel Hernández dijo...

-Sí -respondió Miguel.
-Sí -repitió el eco de un tal Pinipón.

Gracias.

Atte.
Yo
(cual sea su significado)

aliciamontero dijo...

hola, Miguel/ pinipon/ rey/: la verdad es que somos tantas máscaras superpuestas, que a veces nos olvidamos de intercambiarlas, y se ajan, o de repente, al vernos al espejo nos damos cuenta que somos otro (u otra) y no ese que está alli viendo (se).
Me gustó.

Saludos
Alicia

Miguel Ángel Hernández dijo...

¡Hola, profe!
¡Qué bueno verla por acá!

Sí, sigo trabajando en aprender a usar las máscaras más caras jejejeje... no, en serio...

Gracias por visitarnos y por el comentario.

Saludos
Miguel y el eco-co-co-co...