jueves, 14 de mayo de 2009

AUTOBIOGRAFÍA. BERTA VEGA

Nació un día cualquiera, no se sabe muy bien cuándo ni dónde ni cómo ni por qué y… ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh

Berta Vega

miércoles, 13 de mayo de 2009

AUTOBIOGRAFÍA PER VERSA. DARÍO TELLO MEDINA

Mano con esfera reflectante (1935)
Maurits Cornelis Escher

Es inevitable hacer un ejercicio de memoria para elaborar esta autobiografía para per versos, echar la mirada para atrás, mirar hacia adentro de uno y preguntarle a ese Darío que está muy dentro: ¿qué habéis hecho de tu vida? Pero antes de empezar debo decir y confesarles que creo en la multiplicidad de las personas, es decir, creo que no sólo somos una persona sino varias. Distintos Daríos luchan encarnizadamente en un cuerpo que es la fachada que todos ven, en ese cuerpo conviven: Darío el soberbio, el cobarde, el sentimental y ridículo, el lector, el comunista, el escéptico, el pesimista, el obsesivo y mil y otros “yo” que no son sino mascaras de mi espíritu y que se reflejan en esa cara de payaso que veo en el espejo cada vez que me levanto en las mañanas. Según los sucesos que me suceden siempre sale a relucir alguno de los “yo”, antes mencionados o algún otro “yo” que no nombré. Cada uno actúa según los impulsos, trato de que las decisiones se realicen en conciliábulo pero generalmente algunos de mis “yo” se adelanta, actúa y los demás callan. Paro de divagar y voy a comenzar mi autobiografía con los datos reales, aquellos datos que aparecen en nuestros documentos como ciudadanos numerados que somos. Me llamo Darío Roberto Tello Medina, dicen que nací en Maracaibo el 19 de enero de 1982, mis padres son: Darío Enrique Tello Aguirre y Dexy del Carmen Medina Díaz, los dos empleados públicos, mi padre, docente de Educación Física, en su juventud también fue beisbolista aficionado, mi madre se desempeñaba como secretaria de la alcaldía de Maracaibo. Tengo dos hermanas, una mayor, llamada Dariela Flor Tello Medina y la menor, Dexyré Marina Tello Medina. Mi infancia transcurrió normalmente, puedo decir que no tengo nada de que quejarme a mis padres, ellos fueron y han sido los mejores, quizás yo no lo he sido tanto, me dieron estudio y cariño y lo mejor de todo es que me han soportado a pesar de lo loco e irresponsable que he llegado a ser en distintos momentos de mi vida. Dicen que los hijos son como los padres, un psicólogo diría que el primer modelo de imitación del niño son ellos. Puedo decir que una de las cosas que me heredó o me inculcó mi padre es el gusto y preferencia por los deportes, especialmente el béisbol, deporte que él en tiempos pretéritos practicó. Recuerdo que todos los días mi padre compraba el diario “Meridiano” para estar informado de las noticias deportivas.
Yo todos los días esperaba a mi padre regresar del trabajo para leer el “Meridiano” costumbre que duró muchos años, esto hizo de mí un obsesivo conocedor de distintos deportes no solamente el béisbol sino también el futbol, tenis, basket, voleibol y hasta la formula 1, muchas veces me interesaba por deportes que mi padre descartaba personalmente. Una de las cosas que más recuerdo de mi infancia es que practiqué muchos deportes, entre otros, el béisbol, futbol, natación, etcétera…, todos y cada uno de ellos los practiqué por un tiempo y luego los abandoné porque me aburrían, incluso abandoné la práctica del béisbol uno de los deportes favoritos de mi padre, él tan buen beisbolista, un apasionado por el béisbol y su hijo (que además se llama como él) no lo quería practicar pues le aburría. Mi padre nunca me recriminó por eso, ni siquiera me dijo que en algún momento de su vida practicó seriamente ese deporte, eso lo supe mucho después que hubiera renunciado a practicarlo. Sin embargo me gustaba ver el béisbol, estaba siempre informado, leía diariamente el “Meridiano” y conversaba diariamente con mi padre, aún hoy hago lo mismo creo que eso es algo que nos une entrañablemente a mi padre y a mí.
Recuerdo como si fuera ayer cuando recibía clases de religión, recuerdo las imágenes de los libros que me enseñaban la palabra de Dios, pinturas de Jesús crucificado, David lanzándole una piedrita a Goliat, Jonás tragado por una inmensa ballena, Adán y Eva comiendo del fruto prohibido. Me gustaban las historias que contaba la biblia, leía vorazmente los libros que como niño podía leer acerca de las historias del viejo y nuevo testamento. Mi historia favorita era la de David y Goliat, la verdad me impresionaba mucho como un ser tan enclenque y pequeño como David pudiera derrotar a un gigante como Goliat y sólo con una onda y una piedrita. Creo que quedé marcado con esa historia desde ese entonces siempre me gustan las causas imposibles, por eso siempre les iba a los más débiles en contraposición a los más fuertes, esa sería la razón por la que prefiero ir, por ejemplo, en la liga española de futbol a un equipo pequeño como el Celta de Vigo en vez de un equipo poderoso y obsceno como el Real Madrid o el Barcelona.
Estudié la primaria en la escuela estatal Prebistero Joaquín Piña, ubicado en la calle Falcón con avenida 11 en el popular sector de Maracaibo Las Veritas. Ahí estudié de primero a sexto grado. Como este ejercicio literario per verso trata de ejercitar a la memoria les echaré un cuento de una cosa que me sucedió. Si mal no recuerdo estaba en tercer o cuarto grado cuando en la escuela hicieron un concurso de lectura, se trataba de leer lo más rápido posible una serie de cuentos para niños, eran como cinco o seis cuentos, y luego probar mediante un interrogatorio oral que te hacía una maestra si habías leído los cuentos. Mi hermana mayor también en ese tiempo estudiaba en la escuela, siempre me llevó dos años de diferencia, es decir, debía estar en quinto o sexto grado. Lo cierto es que los dos, tanto Dariela como yo, fuimos a la biblioteca a que nos asignaran las lecturas, mi hermana al menos en ese entonces era una lectora más voraz de lo que yo podía ser, al cabo de un corto tiempo leyó todos los cuentos, yo apenas leí como dos o tres. Luego de unos meses hicieron un evento en la escuela, no me acuerdo porque motivo, reunieron a todos los estudiantes hicieron algunos bailes y otras cosas (les pido no me exijan recordar con detalles todo) y luego dieron entrega de distintos reconocimientos, entre esos el del concurso de lectura. Mi sorpresa no fue que mi hermana ganara el concurso como sucedió sino que me nombrarán a mí reconociendo mi participación, a mí que sólo había leído dos cuentos. ¿Únicamente mi hermana y yo habíamos hecho las lecturas? Probablemente si, la realidad siempre nos da un portazo en la cara, uno creyendo que todo el mundo lee o que todos se interesan por lo que uno piensa y… nada. Bueno quizás quien escribe esto es mi parte escéptica, el Darío que se burla de los que creen que este mundo puede cambiar para mejor, que una revolución puede darse en la práctica, que la Utopía que Moro describe es perfectamente posible, pero debo decirles que hay otra parte de mí que cree que si debemos luchar por ella, es decir, por la Utopía, que ella está al alcance de la esquina esperando que la llevemos a nuestra vida; vivo en un eterno cambiar de mascaras, vivo en una constante contradicción o los Daríos que viven en mí están en una constante contradicción. Pero vuelvo a decir que sigamos con los datos reales. Estudié bachillerato en el Instituto Latino, un colegio privado que está ubicado por Grano de Oro, ahora se encuentra al lado de un periódico de la derecha aquí en Maracaibo (ven ahora habla Darío el comunista). En ese liceo estando en clases de literatura descubrí a uno de los autores que más me han marcado en mi vida, un escritor argentino llamado Ernesto Sábato, en cuarto año leí Sobre Héroes y Tumbas y quedé atraído por la historia de Martín y Alejandra, aún hoy sigo hablando de ellos como si fueran personajes reales, recuerdo que me identifiqué plenamente con los sufrimientos de Martín, yo era él llorando por mi amada ya perdida, también sentía simpatía por Bruno, y hasta llegué a escribir un cuento (ahora perdido para siempre) con la idea de él de escribir una historia de un personaje que se impone decir abiertamente la verdad, un personaje que a causa de eso termina destruyéndose. Cuentos de un escritor principiante. Lo cierto es que a causa de esa novela empecé a barajar las opciones que tenía para hacer algo después del bachillerato y por Sobre Héroes y Tumbas decidí hacer lo que hacía Sábato, escribir novelas… Ja ja ja que tonto pensar eso, tiempo después me di cuenta de lo difícil que sería, de lo tonto e inocente de pensar semejante trastada. Decidí en 1998 estudiar Letras, quería mi vida rodeada de literatura y vivir para ella. Para eso hice todo lo posible por entrar a la escuela de Letras y lo logré.
Estar adentro de la universidad estudiando me llevó a destapar muchas interrogantes, pues la literatura puede darte respuestas pero generalmente te lleva a más interrogantes. Creo que la universidad lo cambia mucho a uno, quizás si me encontrara al Darío que estudiaba bachillerato y escuchaba rockanrol lo desconocería por completo, aunque quizás no tanto aun ese Darío tendría ese algo que siempre he conservado. ¿Qué decir de mis años en la universidad? Bueno son sólo diez minutos que tengo de lectura, mi transitar por ella fue una carrera rápida que muchas veces creí muy lenta, descubrí autores magníficos que desconocía, conocí a gente con la misma angustia que la mía, transité por distintos bares de Maracaibo, leí poemas medio borracho debajo del elevado de delicias, leí con pasión a los autores argentinos, Cortázar, Sábato, Borges y recientemente a Arlt, he vivido y sigo viviendo en la angustia que como dice Erdosain(un personaje de Arlt de los siete locos) es una cosa bastante seria, esa jodida angustia que nos arrastra a …
Creo que la mejor definición de mí (o al menos es la que más me gusta) me la dijo recientemente una amiga: “eres una mezcla entre argentino y maracucho, la verdad bastante graciosa” no puedo dejar de escribir esto sin que una sonrisa se dibuje en mi boca, soy un ser dramático, un pesimista, un escéptico, un melancólico, un sentimental, quizás por eso me gustan los tangos, me gustan los poemas melancólicos de Borges, me gusta la ciudad angustiada dibujada por Arlt, vivo en una dichosa y eterna saudade, esa palabra heredada del portugués que es arrechisima, una palabra que significa soledad, añoranza y nostalgia todos estos significados en un sólo termino: saudade.
En 2008 finalmente obtuve mi título de Licenciado en Letras, después de tanto lidiar, de tanto convivir con el ocio, me gradué. No es gran cosa, uno sigue siendo el mismo idiota sólo que con un título, lo que si cambia es que tienes que seguir viviendo esto que llaman vida de otra manera, ya la época de estar sentado en las jardineras de la universidad fumándose un cigarro y leyendo a Huidobro ya pasaron, las críticas al profesor tal o cual porque no se leyó un libro (tomando en cuenta que uno solamente se ha leído tres o cuatro libritos) también quedaron en el pasado. Ahora debo seguir viviendo para contar en una futura autobiografía el resto de la historia de las distintas caras de un mal poeta como yo…, claro…, todo si tengo la disposición de contarla y otro tiene también la disposición de leerla.

martes, 12 de mayo de 2009

ME EQUIVOQUÉ DE AUTOBIOGRAFÍA

I
Si mal no recuerdo, cuando nací tenía 19 años. Creo que fue una tarde en la universidad. Yo llevaba una camisa azul, el cabello como Willie Colón en los 70 y estábamos sentados en la grama. Justamente ahí me nombraron. Había nacido.

II
Como nací grande (comparado con la mayoría de los recién nacidos, claro está), mi tiempo se iba entre lecturas, deambular por los pasillos de la facultad, salir de vez en cuando y buscar novia (aquí buscar significaba esperar).
Así pues, como se puede inferir, obvié muchas de las cosas más elementales de todo niño.

III
Tenía 23 años (4 de nacido) cuando empecé a trabajar en la construcción de mi propio reino.
Debo admitir que es posible que dicho reino ya existiera para entonces; no es casualidad que me haya enterado por otra persona que yo poseía uno.
Sea como sea, lo cierto es que fundé Piniponia (así se llamaba, según me dijeron).
Aquí sólo se hablaba español y latín. A veces se colaba un helenismo, pero nada que preocupara. Lo extraño es que para el tiempo en que se constituyó Piniponia esos idiomas aún no existían. Esta es una de las cosas que no he logrado resolver.
Por otra parte, es de notar que mi reino estableció contacto apenas con otro, solo uno: Locotrolandia, que poseía tierras a ambos lados del lago.

IV
Yo, que desde entonces ostento el título de Magnus Rex Piniponiae, viví siempre en la mejor y más alta torre, evité cualquier contacto, escribí poemas tontos adrede y me hice el que no sabía nada.

V
Un día me invitaron a leer unos poemas y me pidieron una breve nota biográfica. Yo la envié pero no la usaron. Recuerdo que decía que yo había nacido en 2002 y que estaba escribiendo mi obra póstuma. ¿Será que no les gustó? No entiendo.

VI
Yo quería ser siempre un niño, estaba empeñado. Eso explica el castillo de arena, el piso que se convierte en chocolate y mi aislamiento. Todo me parecía grande. Así que, por mucho ensayo o Suburbio Editores que hubiese, el vértigo era algo constante.

VII
Una vez publiqué un librito. Sí, lo escribí junto al Sargento Pepper. Fue divertido. Todos los poemas van en un carro descapotable a 80 kilómetros por hora, camino a alguna playa.
Cada vez que me acuerdo me huele a menta.

VIII
Yo pensaba que todo estaba bien, que nada me pasaría mientras siguiera en mi torre.
Me volví fundamentalista.

IX
Me acogiste
desenfundamos
fuimos tenazas
copié el ritmo de la playa
in crescendo
los ojos vuelven sobre sí mismos
in crescendo
grito de ave triunfante
in crescendo
danza primitiva
in crescendo
renovamos el big bang
la hermosa agonía
in crescendo
y el río corre a la mar.

X
Soy aficionado a los fanzines desde 2006 aproximadamente, pero fue un año después que empecé a publicarlos.
Yo quería que el nombre fuese bastante sonoro, así que, después de descartar un par, elegí uno: Laralalá.
En Laralalá hice lo que quise y a la gente le gustó.
Por Laralalá participé en un bazar de diseño, viajé y mis ediciones llegaron a una feria en Portugal.
¿Para qué postergar el asunto? Con Laralalá fui famoso.

XI
Antes de mi nacimiento yo solía llevar el pelo de colores. Lo recuerdo verde, naranja, fucsia, negro, celeste…
Viéndolo bien, creo que era un híbrido extraño: corte hippy, colores tipo punk.
Disculpen, recuerden que eso fue antes de nacer.

XII
Una vez yo estaba triste. El rey no tenía reina. Lo curioso es que una de las cosas que más recuerdo de entonces es que -extraña ansiedad la mía- vi muchos programas de cocina, chefs, restaurantes gurmés y, si lo pasaban, una serie sobre el café. Es decir, yo dejé de comer y en su lugar me dediqué a ver cómo cocinaban y comían Donato en su Italia natal, Narda en Grecia o Anthony Bourdain en cualquier parte; o cómo Paul Bassett preparaba un espresso aún lejano para mis torpes manos.
Curiosamente he vuelto a estos programas de la tele; ¿será que…? En fin…

XIII
En este punto entendí que había una gran confusión, así que tomé la palabra e intervine en mi discurso:
- Un momento. Claramente he estado equivocado hasta ahora.
- ¿Por qué? -me pregunto visiblemente abatido. - ¿Acaso he mentido sobre mi propia vida?
- No, no es eso. La cosa es que yo he hablado sobre Pinipón y yo soy Miguel.
- ¡Ah! Entiendo. Mil disculpas, entonces. Me equivoqué de autobiografía.

Miguel Ángel Hernández