jueves, 3 de julio de 2008

CUENTOS BREVES. MARÍA ELISA VERA.


CUENTOS BREVES
1
Las piernas caminaron hacia la cocina, tropezándose en la sala, con otras piernas enredadas en el humo. Al llegar, se juntaron con otras piernas cansadas del café y que insistían en ir hacia la ventana. Las piernas, percibiendo cierto disgusto por parte de las otras piernas, decidieron ir directamente a la ventana invitándolas para que ya no se quejaran. Por fin, después de mucho aire frío y boleros, se fueron a acostar. Ya en la cama, las piernas buscaron confundirse con las otras piernas, las cuales protestaron porque estaban cansadas de tanta samba y guaracha, por lo tanto las piernas se fueron iracundas, optando por enredarse con las otras piernas de la sala que contentas vivían entre el humo.
2
Sin saber cómo, la boca había pronunciado esas palabras que hirieron tanto al corazón. No era que boca quería decirlas para dañar; es que corazón, en lento compás, tenía semanas provocando a la boca para que escupiera semejantes insultos. Corazón, sin sospecharlo, había estado empujando desde abajo, una rabia envejecida, disparándola con golpe seco, trayendo como resultado que un montón de palabras salieran, en forma de ofensas, desde la boca que sólo quería besar.
3
Sin ningún problema dominaba el cerebro a los demás órganos. Hasta que un día, por un extraño accidente, se produjo una rebelión. Uno de los órganos, venía desde hacía tiempo, convenciendo cautelosamente a los demás de que ensayaran movimientos propios y no sé cuántas cosas. Al fin, logró persuadirlos y enfurecidos los demás órganos se movieron sin órdenes, a su antojo, era una revuelta espantosa. Al principio, el cerebro trató de solucionar el problema, argumentando que era inútil hacer lo que hacían, si antes todo funcionaba perfectamente y nadie nunca se había quejado; que si armonía, que si la felicidad, que si la paz, bla bla bla. Luego abandonó las vías pacíficas, como era de esperarse. Gritó y ordenó con violencia que obedecieran, amenazó con parar sus funciones básicas para que ningún movimiento fuera posible, y lo hizo triunfante durante un tiempo.
Como se aburría enormemente, reanudó las funciones que habían paralizado a los demás órganos. Fue peor. Daba vergüenza ver tanta desobediencia. El corazón aceleraba y detenía su marcha, creando ritmos, según su antojo. Las manos se arreguindaban y tomaban cuanto se les ocurriera, irrespetando los bienes ajenos. Las piernas, en acuerdo tácito con los pies, cabriolaban todo el tiempo porque siempre les gustó aquel cuento del ballet; al igual que el vientre que hacía la tan anhelada danza voluptuosa y descarada. Mientras el cerebro maquina qué más puede hacer para que esto se acabe, los demás órganos piensan que lo peor ha pasado y están muy ocupados inventando la vida, ahora, que se mandan solos.

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